»La gente suele atribuir una serie de etiquetas a las personas de barrios marginales, sin tener consciencia de lo difícil que es la vida para ellos»
Probablemente tú querido amigo. Tu que lees lo que escribo facilmente, sin equivocarte, y concadenando todas las palabras y oraciones que voy conjugando a las cuáles le atribuyes un sentido lógico y racional y comprendes que transmiten una determinada información, no seas consciente de que hay personas, de tu misma ciudad, muy cerca tuya que difícilmente sepan enlazar el final de una palabra con el principio de la siguiente sin detenerse a pensar.
Probablemente tú querido amigo, seas una de esas personas que juzga rápidamente a la gente que vive en barrios marginales, con las frases tópicas que acompañan a este conjunto de desafortunados cómo: »todos son iguales» , »que se busquen un trabajo» o »un muro les hacía y que se muriesen todos ahí». Probablemente, cada vez que se te habla de uno de estos desgraciados barrios te lleves las manos a la cabeza, y probablemente, seas una persona que se enfurece si alguien se pone de parte de ellos o al menos intenta llevar a cabo un proceso de empatía.
Querido amigo…ya puedes ir enfureciéndote conmigo.
Ya podrás ir enfureciéndote, porque probablemente no conozcas las miles de historias que se pasean por estos lugares, porque tu cerebro no esté capacitado para traspasar esa gruesa línea que muy poco traspasan y que separan el juicio rápido de la ya mencionada antes, empatía.
Normalmente, podemos escuchar personas cómo nosotros (con un nivel más o menos acomodado de capital), emitiendo una serie de valores, etiquetamientos o juicios dirigidos a un determinado sector o grupo social que desgraciadamente (si se profundiza) poco o nada tiene que ver con la realidad.
En una ciudad cómo Sevilla, es de especial mención barrios cómo las 3000 Viviendas, Los Pajaritos u otros, que con el paso del tiempo han creado enrededor suya una esfera que se mueve en la delicuencia, la droga y el bandalismo. Sin duda alguna, en estos lugares de nuestra milenaria ciudad, ocurren hecho que se salen de lo habitual, de nuestras normas morales y que no concuerdan con nuestro estilo de vida.
No niego en ningún momento la inesixtencia de leyes para algunos indeseables que se pasean por »las 3000» o »los pajaritos» , lo que si niego totalmente es que porque haya varios que sobresalen por encima del resto por sus actos negativos, se pretenda generalizar y meter a todos dentro de un mismo conglomerado para establecer un juicio totalmente negativo, que encasilla a estos barrios desde el primer momento y que hace que la sociedad los vea cómo un peligro potencial.
Detrás de todas las personas que vemos por dichos sitios, delinquiendo, hay unas historias desgarradoras por la que difícilmente nosotros estaríamos dispuestos a enfrentarnos. ¡Cláro que hay excepciones!, cómo en todos sitios. Pero de lo que podéis estar seguros es que soys unos ignorantes si soltáis frases cómo las que al principio de este artículo mencioné, porque eso sólo denota vuestra poca falta de comprensión.
¿Cuántos de los que leéis esto se ha criado sin padres?; ¿cuántos de los que leéis esto os habéis visto obligados a ejercer la prostitución y someteros a gente sin escrúpulos que negocian con tu cuerpo para poder alimentar a tus hijos?; ¿cuánto de vosotros os habéis visto obligado a presenciar día tras día persecuciones?; ¿a cuántos de vosotros os han negado trabajo por vivir en un determinado lugar que no es aconsajable a pesar de cumplir las expectativas de la vacante?; ¿cuántas madres o padres hay aquí que fuesen capaces de no hacer lo que sea por mantener con vida a sus hijos?; ¿cuántas personas de las que leen esto tienen sobre sí misma, sobre su familia y sobre sus vecinos un etiquetación cómo persona peligrosa?.
Ninguno, creo que cumpla todos estos requisitos, la gente no se busca los problemas, los problemas vienen sólos, ¡ninguna persona ha decidido dónde debe nacer!. Que sí, que es imposible negar que hay malas hierbas en estos amplios pastos, pero no por ello tenemos que olvidar a las numerosas flores que crecen entre los hierbajos y los picotazos de una vida en forma de abeja que quita poco a poco todos sus recursos para vivir.
Es fácil juzgar cuando no has entrado nunca en niguno de estos barrios y te has parado ha hablar con la gente. Es fácil crear valoraciones fáciles cuándo la vida no te ha puesto barreras desde el principio…
Muchos estudiantes criticámos a los denominados »niños de papá y mamá» pero sinceramente, nosotros también los somos comparados con estas personas.
Yo he trabajado en estos barrios, y la gente quiere que no se tenga esa concepción de »las 3000», quiere que se acaben los prejucios, y que puedan integrarse a una sociedad que le brinda poca oportunidades.
Pero nó, hay gente que sigue en sus trece diciendo »nunca cambiarán, son todos iguales, que asco de gente, que se busquen un trabajo»; inconscientes de que en estos barrios hay grupos de jóvenes y adultos organizados que luchan por una integración pacífica en la sociedad que se van enfrentado día a día a una serie de barreras. No me sorprende que como represalia a los comentarios lanzados desde nuestra clase, ellos respondan: »me hubiese gustado ver a todos los que nos critican, nacer en este barrio y rodearse de lo que nos vems obligado a rodearnos, seguro que no hablarían tanto».
Es una pena, que la sociedad avance tan lentamente, que la gente siga tan cerrada y tan poco solidaria (y muchos se consideran cristianos), y en vez de ayudar, favorezcan el deteriorio y la marginidad latente en barrios de nuestra Sevilla.
Probablemente, esto siga así durante muchos años, pasarán décadas hasta que esto se arregle »algo», y no se mire mal a los gitanos o magrebíes, y la gente no se aproveche del trabajo de los Chinos o Africanos.
Todos queremos ir de tolerantes, pero en realidad es una forma de autoengañarnos…aún así espero que algún día, las fronteras entre culturas y grupos sociales se puedan romper para que podamos apreciar a los verdaderos héroes de estos barrios y no sólo a lo malo que reside en ellos…
Cómo último apunte, os dejo una declaración de una anciana entrevistada por una reportera de televisión que fue a uno de estos barrios y que le preguntó si ella había comprado alguna vez a un »camello» :
»Sí, desgraciadamente una vez tuve que ir a comprar, y no fue porque yo quisiese, fue porque mi hijo se estaba muriendo en el suelo, estaba con los ojos vueltos y la baba cayéndole de la boca. Lo único que podría calmarle, sería un poquito de droga, y yo, cómo última voluntad, se la compré para calmarlo porque ya sabía que iba a morir».
El problema ya está, en vez de criticarlo, intentemos curarlo y no nos creamos superiores ni mejores que nadie, porque si es así, lo único que demostraremos es que somos totalmente ignorantes.
Publicado en Reflexiones